miércoles, enero 03, 2007

Ricardo Rubio - Buenos Aires- Argentina



POEMAS






HADO

Soy a este mundo,
indago ecos de un secreto
que recorre sus pasillos.
Acaricio las manos del origen
con un recuerdo incomprensible
que brota de la oscuridad.
Llegué con odas y azucenas,
cálculos y martirios,
con un escozor parecido a la destreza.
¿Qué hago con esta carne
en medio de la nada?



REFLEXIÓN GRAVE

Separada la materia de la forma,
cada mañana se ahoga un cuerpo
que clama en el vacío.
Es el espacio sordo
—cubil del plasma—,
la vida
que flota en los paisajes de adentro.



PARA FINGIR UN DESTINO

En medio de la ráfaga que huye del reloj
agito las manos para abrigar el desatino.
No son más que piedras
donde hay excesos de luz para la risa.
Vago secretamente
a pura sombra de golpes en la nada,
de coces tremendas, de finitud.
Acaso una vigilia dedicada a la destreza
prodigue aires de restauración
o versos prisioneros de las razones que encierra.
Puro invisible,
esta materia que inhalo.



DE REGRESO

Me verás volver entre líneas de agua,
simplemente,
sin más deseos que partir
gota entre las gotas.
Será a plomo y en silencio,
un paso inmóvil desde el umbral de la hondura.
Me libraré del apego a las maderas de esta casa,
a los bolsillos llenos de imponderables.
Saldré de esta ropa, de este latido,
para ser disperso.
Me iré sencillo
a conversar con la niebla.


REFLEJO DE FONDO

El modo de decir, entre otros miedos,
llena de dólmenes la casa;
el diálogo se inquieta entre migas,
patios y biseles.
Algunas veces,
cuando el sol entra en el aljibe
esta cara,
derivada o sola,
se agranda en la caída.

EJEMPLO DE BOSQUE

Sostengo un pájaro en los ojos
cuando la tarde lo encierra.
Mi despojo es la idea de admirarlo,
la dicha de creer que lo veo
o de sentir que entre nosotros
existe algo más
que una mutua incomprensión.


LATIR

La piel es indicio de luz en la caricia,
en la amplitud de la espalda que reúne los abrazos.
Ardid de un génesis urdido a carne
con la sentencia inequívoca
de aquello que de luz tiene la tiniebla.
Sometidos a esta ley
sospechamos lo tenaz de estar latiendo.
Casi predecibles en el goce
o esclavos de un secreto que no se intuye,
nos hundimos en la inercia de buscar la llama
y de quemarnos.


UNA MUJER SE TIENDE A LA INTEMPERIE

Esa desnudez que extiendes en el aire
es el afuera de tu forma,
el tacto de tu densidad.
Pero tu carne de mujer a gritos es ardid,
crece única en la intención
de la daga que danza en la finta.
No descansa tu redondez enfebrecida,
sucesivas ráfagas la colman de colores
y son apenas mortales si te arrojas al temblor.
A veces el ahogo,
a una palma del aire,
es la virtud del agua en que nadas.