miércoles, enero 24, 2007

Raúl Acosta - Rosario - Santa Fe - Argentina













POEMAS





LILABLUE


Están cayendo
flores del jacarandá
todas.
Llueve sin cesar.

El verano encontrará
ramas desnudas
obscena soledad
de la amargura.

Oscuro verde
pintará la tristeza
despacio.


El sol,
obligado,
hará los gestos del cultivo.

Con la primera flor
empezará
la pérdida
el gesto del adiós.
El mismo.



VENCER AL MEDIODÍA

El sol parte el día.
Pocas sombras resisten
arde la casa.
Es tibia el agua
y una humedad
al final de la galería
resiste.

El aposento
arrancará el recuerdo
tendrá la forma
exacta
que la memoria presta.

Flores regadas
arvejillas simples
y el ruido de la calle.

Su voz se confunde
con la Gracia.

No se entrega el sopor.
Enero terminará
puedo esperar el azahar
conozco su jugo
cantando en mi garganta.



Fotografía

Hay un mundo ahí. En grises
se pierde el horizonte.
El mundo está fuera. (Adentro).
Hay que mirar sin prevenciones.
Inquieta el aire, no se ve el movimiento.
El fotógrafo capturó el ayer,
aquí lo deja. Tenedlo, es vuestro
--dice--sonríe, desaparece.
Se lleva el alma de la foto,
suelta la nuestra que se mete,
ocupa el sitio de una sonrisa, la mitad
del gesto. El sombrero debería saludarnos,
el perro ladrar, mereceríamos un beso.
Estaría bueno que el sol nos queme,
entibie nuestra espalda, estire
la sombra de los árboles y la nuestra.
El papel revelado se ha tragado
todo lo que había. Bostezamos
para que salga el alma, muerda la copia
(12 por 16), obligue al griterío. Está mi madre
en la instantánea. No me ve.
Quisiera decirle tantas cosas.
Se sabe cómo empiezan estas quejas.
El final es incierto. Así queremos que suceda.
Mirar el ayer, como si hubiese sido
detenido. Es una maravilla toda fotografía
que cuenta lo que no vimos. Ahora lo cuenta.



Antigüedad

Tengo un dulce, cálido sabor,
a licor de naranjas en la siesta
Estoy leyendo una carta
de las de antes, papel, suave tinta celeste,
olor en el sobre, letra pequeña.
Mi madre escribió esto, no se a quien,
es la segunda hoja:
" y grandes mirasoles esperaban que llegases,
para ocultar, con su sombra,
nuestros cuerpos..."
No hay título, destino, nada que acerque
la confesión a un domicilio,
una sencilla forma del pecado,
escondidas caricias.
Esa caligrafía ya no se encuentra.
Todo ayer es delicia,
naranjas tibias en la siesta, misteriosa confesión,
perfumada dulzura, perdida.



Sin hurto

Adquirí la costumbre de mi padre. Regalo,
como él, cosas de la casa. Al día siguiente
faltan utensilios, algunos muebles, ropa. El
dinero no, la plata es otra cosa. Se oferta,
simplemente, casi en silencio.
Me recriminan esta actitud mis hermanos,
algunos familiares, los hijos.
No hace falta tanta generosidad.
Es una tontería lo que haces.
No puedo explicar la felicidad por viajar
ligero, ver la sonrisa en distintos rostros.
Por instantes soy objeto. Voy en los otros.
Un destino inesperado.
Engañamos un momento a la suerte,
me respondo. Callo. Sonrío. Las muescas
al olvido no las cobran, pienso. No lo digo.
Mi padre era callado. Fue su costumbre.




Latidos

Apurado el corazón avanza
Se lo escucha latir en los pasillos,
en largas colas de abonados,
en esperadores de algún beneficio.

No ha descansado y no lo hará.
El corazón se sabe mustio, no ha caído,
no lo hará, no, se repite a su ritmo.

Quién sabe qué cosas ignora el corazón
de la vida, el arrabal, horóscopos,
vaticinios. Da, por si, una certeza.
En un abrir y cerrar se pasa
del pánico a la vida.

La inversa es válida en algunos casos.
Los visitantes, las despedidas,
el disgusto maternal. Injusticias
que resuelve su latido. A su modo.
Como decida. Que siempre ha sido así.
Siempre.