domingo, abril 29, 2007

Marta Alvarado Aldea - Chile


.
.
.
.
.
.
POEMAS
.
.
.
.
Otra esencia
.
.

Y será la esencia en la sombra de tu talle,
Horizonte que restablece al purificado de fuego,
En beso apasionado.
Y el río avanzará moldeando tu figura en cascabel de agua
Desembocando al mar
Para mañana descansar somnolencias en tu vestido de playa
Con caricias de sol enmudecido
Y volverás a ser mujer dorada
De un hombre soñador de cumbres, con marejadas de luna.
Y marcarás horarios al cambio de razón,
Y serán latidos en transplante de piel
En un colonizador de fe, esperanza y asombro.
Y de tu sombra, en el reflejo inmortal de otra sombra.
Y de otra esencia, a la sombra de tu talle.
.
.
Esencia libre

En la calle me voy tapando con las veredas,
Para no dejar rastro, mi invisibilidad quiero.
Y no tener imagen es como controlar el tiempo.
Es como introducirte en el blanco
Que sólo da espacios abiertos.
Entonces, atravieso las paredes y me interno al misterio,
Recorro esos planos increíbles del no ser,
Pero escucho el ruido de las raíces creciendo,
Y los pájaros, las conversaciones de los escarabajos.
Estoy en la planicie etérea
Del que se mueve sin pasos,
Nada detiene mi esencia.
Y soy libertad de montaña, de truenos y relámpagos,
De viento entre picacho y quebrada,
De cascada y lago,
Dejándose llevar por el río,
Cando amoroso canta baladas,
Entre piedras y guijarros que resbalan.
Que de musgos acarician las orillas resecas de pajas,
Donde se humedecen los labios sedientos de la tierra,
Como esperando un beso amante.
Y en mi paso de peregrina que no se detiene,
Pues quiere seguir bajando
Junto con el aterido frescor de la nieve,
Que es la estación dejada cerca del cielo.
De cuando se le nombró cascada en el eco de la palabra.
Y que feliz es ser un poco de aquello,
Cuando nada tienes que hacer en la tierra humana.
Por eso eres naturaleza que viaja,
Escapando absorbida por esencia de libertad.
Y no mas guerras, ni hambre,
Ni hablar en soledad de silencios
Y cierro ese espacio entre mi yo y lo real,
De la incierta mentirosa humanidad,
Donde tengo sólo una espada en el corazón
De mi identidad multiopcional
Y los semáforos rojos de la duda
Incrementan el aire de las paredes
De incredulidad que me asfixia.
Al lanzar mi risa en la atmósfera terrenal
Donde evaporo toda negatividad
Para retornar a mi calle
Destapándome de veredas
Buscándome en mi sombra
Para volver a acomodarme
En mi imagen de fragilidad.
.
.
Domingo de silencios

Desperté en el domingo de los silencios
Destino de futuros parecía,
Tenía los pájaros en primavera,
Me miraba el yo, libre, indefinido, infinito.
Jugaban las horas con el tiempo
Saltando de una blanca pared a otra.
Y revoloteaban en mariposas por los vacíos de la casa
Se formaban rostros delineados,
Esculpidos me observaban.
Y se deformaban escapando
En el túnel de un reloj
La luz no hacía su entrada,
Remolona se hacía esperar,
Dormía en suspensivo callado como adolescente en fantasía.
Golpeaba mi corazón
Y placer de libertad se entonaba con el viento
Me levante descalza
A ver la última estrella trasnochada.
Y aspiré en aleteo un final de bostezo,
Pintando mi hoy en paisaje de bosques.
Y se me sumía a la deriva el espíritu
En la búsqueda de mi átomo.
Infinitud alojada en recorrido de caminos.
Infinitud matemática que movía por enésima vez,
Los minuteros de escarcha.
Rastreaba mis sentimientos con lupa.
Escudriñaba cada rincón de mis raíces en mis nervios.
Alimentaba pensamiento, razón y alma
En itinerario de lunas nuevas,
En un sendero de iniciados.
Esperando quizás otro domingo de bosquejos
En albedrío de silencios.
.
Ese universo

Cuerpo y distancia,
Lejanía y tiempo.
El alma parte al desértico,
Lugar del encuentro
No hay palabras, solo silencio
Las gotas de la sangre se congelan
En el lugar de la tierra
En el lugar del agua
En el lugar del sol
En el centro del planeta fuego
En las constelaciones del aire.
Donde amalgama todo sentimiento
En ese mi universo.
Tiempo, lejanía, distancia, cuerpo.

Manuel Martínez Novillo (H) - Tucumán - Argentina


POEMAS
La cinta amarilla

Roba para mí la cinta amarilla, lluvia veloz,
porque mañana para mí no será un nuevo día.
Que no hay suerte valedera, que no hay rima
Para el perdón,
Para el perdón por la vida,
Para el perdón por el sudor insípido,
Para el perdón por los días del invierno.
Roba para mí la cresta del sol, rabia feroz,
sólo tu y yo sabemos lo mal que huele mi cama
a la hora del amor.
Que dioses no quedan sino en los sueños, que poetas
Los hay muertos,
Y suntuosos,
Y bellos,
Que fuera de este claustro quedan aun versos por ser escritos.
Roba para mí la dicha de los cisnes, viento atroz,
porque estoy tan sucio que no me lastiman ni las garras encarnadas
en el corazón. Déjame ser testigo por hoy, Dios, déjame ver el fondo del camino.
.
A la hija

A la hija de mi vientre le prometo la caldera,
que será cielo de huracanes celestes,
caravana de cantores en la nocturnidad.
En la cosecha de las semillas que acarician
ha de velarse un follaje de maldiciones,
han de gemir los cardones anunciando tu llegada.
Suelta la barca, que la oscuridad es eterna.
Ni de dulces ni de esperanzas -hija mía-
me han llenado el legado de la vida.
A la hija mi de vientre le suplico me perdone,
por la vehemente piedad que he tenido
con los que no dejaron crecer al mundo de una rosa.
¿Con qué parte del amor me han amado?
Misericordia, calamidad de diosas terribles.
Ruiseñor del azahar y del divino pecado.
¿Con qué parte de la razón me han matado?
Pasión, cadencia de desalmados.
Perdón de los amantes que se han cansado.
Tengo menos de veinte años maltratando la cordura,
y no se cuantos menos de enamorado.
Acaba de escapar el siglo XX en la memoria,
derribado de traiciones nocturnas,
aniquilado de sustancias enfermas.
Ya se han muerto los hombres que lo hicieron cantar
en su momento de locura.
De gloria y vanidad no están hechas ahora sus tumbas.
Ya se han muerto las mujeres
que habrían de compartir su sangre con la mía.
Perdóname por la risa, hija del desamor,
que es lo único que me ha dejado la brisa.
A la hija de mi vientre le prometo una canción,
mas no ésta que se muere de dolor,
que es engendro del mundo y de la soledad.
De "Las vidas del amanacer"